Pensamiento lógico y computacional: el alumnado aprende a descomponer problemas, identificar patrones, abstraer, diseñar algoritmos…
Creatividad y resolución de problemas: al enfrentarse a retos concretos se fomenta la innovación.
Tecnología aplicada: conocer y usar dispositivos reales —robots, microcontroladores, kits tecnológicos…
Competencias del siglo XXI: colaboración, comunicación, autonomía, adaptabilidad… al trabajar en equipos o proyectos con medios diversos.
Motivación y vínculo con el entorno: al tener actividades especiales que salen del día a día del aula, se genera mayor interés y entusiasmo.